Esa mirada que me atraviesa, esa mirada triste y fria, como el hielo, que es capaz de ver más allá de donde estoy yo, esos ojos tristes, pero divinos donde quizás se escondan todos sus sentimientos. No puedes verme pero soy capaz de leer en esa mirada muchas cosas, quizá más que en las palabras que salen de tu boca. Es esa mirada la que me produce un escalofrío cada vez que la veo, quizá miedo, pero no me rindo, no quiero que me mires de ninguna manera, simplemente quiero que me mires. Me gustaría ayudarte, hablar contigo, decirte lo que pienso, pero es imposible, son esos ojos los que me detienen, esa mirada que me empuja hacia atrás, que me impide avanzar, es esa mirada que no me deja acercarme a ti, pero tampoco soy capaz de escapar, soy esclava de tus ojos y de tu mirada, de tus lágrimas, de esas sonrisas que tan pocas veces puedo ver, pero que se existe, prisionera de tu cuerpo que me agarra, que no me deja escapar y que a la vez me dice vete. Nunca podré olvidar tu voz, tus palabras, tus ojos, tus lágrimas, tus pocas sonrisas, jamás podré olvidarte a ti, siempre me perseguirá tu recuerdo, aquellas veces en las que pensé que me querías, aquel día que todavía no sé si fue el principio o el final, pero sé que desde entonces nada ha vuelto ser igual. Ahora sé que no me quieres, pero soy incapaz de creerme algo así de ti. Tengo que decir que me he cansado de darte oportunidades y que esto ha llegado al final, vamos a darnos otra oportunidad, la oportunidad de empezar de cero el uno sin el otro, porque a veces la realidad duele pero es lo mejor.
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