Ella, una chica normal, con una vida normal, posiblemente como cualquier otra chica en cualquier otra parte del mundo. Trece años, su primera amor, como explicar esa sensación, el era todo lo que necesitaba, ni si quiera podría haberse planteado que pudiera tener un final y menos un final así, ella le quería, lo habria dado todo por un segundo a su lado, todas las sonrisas que un día le dio y que aquel día se las quito de esa forma tan trágica.
El, un chico normal, con una vida normal, posiblemente como cualquier otro en otra parte del mundo. Dieciséis años, cree que ya lo ha visto todo, cree que conoce todo sobre la vida, pero no tiene ni idea de que en verdad no sabe nada, una novia, otra, otra, algún ligue por allí, los amigos, el deporte, apuestas entre amigos, el instituto, así es como podríamos definir la vida de un adolescente ¿no? Pero entonces apareció ella, preciosa, podría describirla como una princesa, no era como las demás, a ella le quería de verdad, o eso decía, pasaban los días y el veía a otras chicas, su novia aquella que un día le parecía tan perfecta, ahora era como si no pudiera quitársela de encima, aquella flor que le había regalado el día que se conocieron había perdido ya todos los pétalos, estaba triste, marchita, ya nadie podría revivir el amor del primer día.
Ella no se daba cuenta, creía que todo estaba como siempre, el la quería, ella le necesitaba, no creían que nada pudiera separarlos, pero entonces un mensaje puedo cambiar sus vidas.
"no te atreves"; "¿que harías si en realidad la mato";"oh, me gustaría comprarte un desayuno"; "no digas nada, pero es posible que me debas un desayuno".
Aquella noche fue la ultima que se vieron, estaban en su casa, el la llevó a dar una vuelta, ella no quería pero el insistió tanto que cualquier esfuerzo es poco solo para verle feliz. Estaban jugando, ella se dio la vuelta el pensó que era el momento.
"¿sabes lo difícil que es romperle el cráneo a alguien?"; "la peor parte fue sentir y ver su cráneo ceder el peso".
El elimino las pruebas, o eso pensaba, hizo todo lo posible para que nadie se enterara, pero aun así no fue difícil descubrirle. Hoy vive con la culpa de haber matado a aquella persona que quizás le hubiera regalado esas sonrisas que valen mas que un desayuno, ese amor que no puede comprarse ni con todo el oro del mundo, quizás eche de menos sus abrazos sus besos, quizás se haya dado cuenta de que la quería, pero ahora ya es tarde y no solo tendrá que vivir sin ella, sino que vivirá con la culpa de haber matado a la persona que quería.
Dieciséis años no es una edad para tomar decisiones y menos este tipo de decisiones, pensar bien as cosas, porque hay errores que no tienen solución, y cualquier castigo seria poco para aquellos fallos que un día vimos como una broma. Pensar antes de actuar, pero pensar bien y sobretodo con aquellas personas que os quieren y que van a estar a vuestro lado cuando se lo pidáis.
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